miércoles, 25 de marzo de 2009

CAPITULO VIII: Las rivalidades regionales

Lo más grave respecto al contradictorio paisaje del Perú es la tendencia a la rivalidad. Herencia de tribus indias, gitanerías españolas y fratrias africanas, el hecho es que existe una enfermiza tendencia al antagonismo. Chinos, nipones y canacas agravaron el cuadro.
Primero, las regiones tradicionales. Aquí también se registra una herencia antigua. Los andinos pre-hispánicos menospreciaban a los de la costa, viéndolos como ociosos y flojos para cosas de guerra. Mayor fue esta tendencia bajo los reyes Incas que aludían a veces a los costeños llamándolos «perros». Pero también esos quechuas creadores del Imperio menospreciaban a los de las punas a los que llamaban chutus, llacuaces y collas. E igualmente despreciaban a los selváticos contemplándolos como gente atrasada. Tales convicciones constan en muchas fuentes antiguas, empezando por las indígenas, como las de Guaman Poma, Titu Cusi Yupanqui (que fue Inca rey de Vilcabamba) y Santa Cruz Pachacuti Yamqui.
La conquista española agravó estas oposiciones regionales. El vocablo serrano, tan respetable en otros países, ­habría de convertirse casi en un insulto (aunque el serrano aludido fuese «blanco»), tanto en la costa como en la selva. Piénsese que los «serranos» eran antes la mayoría del país para comprobar desde otro ángulo la insensatez.
La ley de regionalización demostraría la gravedad de las fracturas comarcanas internas (1988). Nadie quería estar con nadie. El caso extremo fue el del departamento de Arequipa, rechazado como copartícipe por todos sus vecinos. Pero no menos absurda es la situación de Lima y El Callao que constituyen un solo bloque urbano, se negaban (y se niegan) a integrarse como una región única (y especial además). Para todo orden de asuntos antagonizaban, conflicto que volvió a presentarse en 1996, a nivel municipal. Asimismo, jamás llegó a funcionar bien la llamada Región modelo, la Grau, a causa de viejas rencillas entre Piura y Tumbes.
Pero hay más. Rara vez se ha contemplado el problema de las rivalidades entre ciudades, factor nada desdeñable en un país todavía de temperamento tribal como el Perú, con rencillas ancestrales a menudo absurdas, pero vigentes y hasta crecientes. Gran parte del mal llamado regionalismo procede aquí de estas riñas entre mistis y criollos pudientes de cada zona, las que de un modo u otro impregnan las conciencias de las clases medias; clases medias que, como son esencialmente burocráticas, temen perder su status oficial con los desplazamientos y cambios de linderos que vendrían.
En suma, no hay regiones en el sentido que algunos piensan. Las tensiones, a veces violentas, entre Iquitos y Pucallpa, Huancayo y Jauja, Juliaca y Puno, Cuzco y Sicuani, Piura y Tumbes, entre otras, así lo revelan.
En los últimos dos decenios viene notándose un aumento de un regionalismo neo-indigenista; al menos en el nombre. Un gran cartel anuncia en el Mantaro que uno llega a la nación huanca. El Cuzco asienta cada vez más su regionalismo incaico y no cesa de llamarse «la Ciudad Imperial», que sin duda lo fue. En Puno hemos percibido dos tendencias: una aymara y otra integradora, a la que llaman colla (El Collao). Incluso en la costa se percibe nítidamente en Piura un acercamiento a los tallán y a Vicús, a menudo con fuerza. En Chiclayo es cada día mayor la búsqueda de identidad norcosteña a través de la antigua etnia de los Lambayeque y hasta una voluminosa y erudita revista universitaria apela al nombre de «Identidad Norteña» (Lambayeque). En Andahuaylas es constante hablar de los chancas y exaltar su rivalidad con los de la nación inca. Y así sucesivamente.
En Lima no se perciben casi estas tendencias, a causa de la alienación de la capital; alienación que incluye sobre todo a los provincianos recién llegados, iletrados en buena proporción, ganados por el su¡ generis «modernismo», que a todos nos agobia. Por esta causa no son muchas las personas que tratan de atisbar lo que se esconde tras cada denominación regional indígena.
Apuntaremos también que este neorregionalismo presenta la ventaja de ofrecer, en buena medida, una reivindicación de lo indio, dado que se apela a nombres del pasado remoto del Perú; pero cada uno de esos nombres contienen también hoy un conjunto de elementos coloniales y republicanos por lo cual toda conclusión sería prematura, en más de un aspecto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario