miércoles, 25 de marzo de 2009

CAPITULO II: Nuestra identidad como nación


1. Nuestra identidad como Nación

Los cambios del Siglo XX, afianzaron las bases del Perú como Nación. Debemos reformularlos en la nueva era mundial. Nuestra identidad y soberanía no se pueden reducir al Estado, pretendiendo que cierre las fronteras económicas y sociales, y se repliegue a reservaciones culturales. Tampoco puede subsumirse en el Mercado, para que se anule como sociedad y nación, cual náufrago a la deriva en el mar de la escena mundial. La nuestra debe afirmar su identidad en un proyecto de sociedad nacional, a la cual tres rasgos de soberanía le son indispensables.

1.1 Debe buscar sustentarse en las reglas y valores de una comunidad de individuos libres e iguales ante la ley, de respeto y tolerancia mutua, con plena vigencia del Estado de derecho, de trabajo e innovación emprendedora. Para ello debe superarse definitivamente las reglas de las sociedades oligárquicas señoriales y las de la corrupción mafiosa.

1.2 Se debe reconocer pluriétnica, andino amazónica. Lo que requiere entre otros, y principalmente, asumir que la cuestión indígena pasa ahora, sobre todo, por el poder intercultural del lenguaje y el reconocimiento de las diversidades culturales regionales, y no por reservas culturales o antagonismos étnicos que llevan al racismo excluyente. Es necesario forjar la escritura del quechua, respetando sus versiones dialectales, como lengua nacional, y oficializarla conjuntamente con el castellano, y reconocer otras lenguas a niveles regionales y locales. Hacerlo integrando el reconocimiento de la diversidad cultural en los territorios regionales. Esto permitirá democratizar las relaciones socioculturales, mostrar sus ancestrales conocimientos, y servir de creador de sabiduría. Se afianzara así nuestra identidad nacional.

1.3 Debe ser una nación abierta a la continentalidad sudamericana. Integrante de la patria grande. Promotora de una comunidad de naciones de la América Latina, con definitivos procesos de integración económica, política, social e intercultural, de la Comunidad Andina con el MERCOSUR, de una alianza estratégica entre Perú y Brasil.

2. Renovar las bases del pacto social democrático y el proyecto de desarrollo

La democratización de las relaciones sociales, debe llevar a una definida superación de las hipotecas de la sociedad estamental, patriarcal y de exclusión. Las bases del pacto social deben afirmar la igualdad de género, la familia afectiva y horizontal, reconocer los derechos reproductivos de las personas, y desechar toda forma de discriminación. Para ello hay que ampliar sustancialmente el ejercicio de los derechos civiles, políticos y económico-sociales por todos los ciudadanos, no a partir de prebendas del Estado asistencial que las desvirtúan, sino sustentándolas en la ampliación de las autonomías de las personas y la sociedad.
Asumiendo las trabas que al acceso universal a la educación significa el poder disciplinario restrictivo de una escuela pública desfinanciada y de baja calidad, se debe buscar constituir redes sociales que hagan de la comunidad educativa participante activo en liberar potencialidades, generar innovaciones, y vigilar el cumplimiento de las responsabilidades públicas para hacer de la educación un curso efectivo de emancipación.
Ante la irrupción de formas de dominación del imaginario social, como la vídeo política, debe ampliarse el acceso de los ciudadanos a los medios de comunicación, y su libertad de expresión y creación. En el sistema político, se debe garantizar el derecho a la libre elección, con el acceso de todos los participantes en los procesos electorales a los medios masivos de comunicación. Simultáneamente, el Estado debe propiciar las elecciones internas en los partidos políticos para designar sus candidatos a cargos públicos, así como aportar al financiamiento publico de su campañas, haciendo obligatoria la presentación de los aportes privados de fondos a las campañas electorales.

Nuestra competitividad nacional está en las potencialidades del capital social de las personas, capaces de agregar valor a los espacios de ejercicio de la libertad y de gestión de los recursos ambientales. De ahí que con la igualdad legal, debe afirmarse el derecho social de las personas al acceso a la educación de calidad, a la incorporación en el trabajo de la innovación científico tecnológica, al manejo del crédito, y a la atención adecuada de salud publica.
Debemos asumir claramente que el nuevo rol del país en el mundo globalizado lo podremos construir a partir de un nuevo núcleo articulado, en los aspectos agrarios, industrial y de servicios, con una política del desarrollo endógeno competitivo, en una economía social de mercado. Se podrá así superar el rentismo privado y el prebendismo del sector p
úblico, y promover valor agregado a nuestra producción nacional y de exportación. Han fracasado la reprimarización neoliberal, y el estatismo proteccionista. El desarrollo endógeno competitivo permitirá elevar la producción y la productividad y ser competitivos en los mercados, uniendo tres aspectos:
a) el aprovechamiento integrado de los recursos naturales, que supera todas las formas de enclave;
b) la elevación de la productividad en la empresas, sobre todo masivamente en las Pymes y la producción mercantil simple, y en las unidades de producción agropecuaria personal, familiar y comunal; y
c) la gestión sostenible de nuestra riqueza de biodiversidad y el medio ambiente nacional. Ésta debe ser la base para una alianza estratégica pública-privada, que se proponga un nuevo rumbo para el desarrollo, en su base productiva, infraestructura requerida, y dinámica de innovaciones exigidas.

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